El pasado domingo 4 de junio, a las 08:30 horas se dio la salida en la población de Foradada (La Noguera) de la Trail Lo Bunker Extrem, de 22 km y 1150m. de desnivel, junto con su hermana pequeña, una trail de 14 km. y 700m. y una caminata de 11 km, pasando por las poblaciones de Rubió, Montsonís y Foradada.
Una vez más engaño a mi amiga Marta para que me acompañe en una de mis locas aventuras montañeras. Por lo cual a las 06:30 horas puntualmente, me pasa a buscar.
La verdad es que me dirijo a la población de Foradada con la absoluta certeza de que van a suspender la carrera puesto que estamos en estado de emergencia por lluvias torrenciales e inundaciones según el servicio de meteorología de Cataluña, por lo que dio por sentado, que una vez estemos todos reunidos en la localidad nos darán la noticia de que se anula.
Pero no, esto no fue así.
Se da la salida i los casi 120 corredores de esta prueba, y las casi 300 personas que nos habíamos reunido en la localidad, bajo la amenaza de tormentas torrenciales y el estado de emergencia por lluvia e inundaciones, nos lanzamos a la montaña a vivir una de esas experiencias que no se olvidan nunca, mientras empieza a llover.
Esta carrera de montaña tiene la peculiaridad de que transcurre por caminos, crestas y bosques por donde tuvo lugar episodios de la guerra Civil Española, por lo que a medida que va transcurriendo la carrera vas pasando por bunkers y trincheras.
También tiene el atractivo de que pasas por el interior del castillo de Montsonís, castillo que está habitado desde la Edad Media por sus legítimos moradores y que hoy en día realizan unas visitas guiadas y escenificadas muy interesantes.
Pero, independientemente de todo esto, el domingo la aventura era empezar y acabar la prueba sin demasiados contratiempos, puesto que el mal tiempo no acompañó en absoluto, y convirtió la montaña en un lugar muy peligroso donde te jugabas el tipo cuando subías por las crestas mientras te estaba cayendo encima una tormenta increíble, y te volvías a jugar el tipo cuando bajabas porque después de que por aquellos caminos hubiera pasado 40 personas, aquellos caminos se habían convertido en verdaderos barrizales.
En el kilómetro 3 la lluvia empieza a ser torrencial, justo cuando estoy en la zona pedregosa en la que el año pasado me caí y por poco me mato. Aquellas rocas mojadas por la lluvia se convierten en resbaladizas por lo que hay que tener un especial cuidado para no tener disgustos. ¡Empezamos mal!
Kilometro a kilometro el terreno empieza a ser una pista de patinaje en las bajadas y en las subidas ni te digo. Subir por caminos donde la tierra se desprende al paso de cada corredor se convierte poco a poco en muy dificultoso, hasta que finalmente simplemente no se puede subir y te las tienes que arreglar para buscar, dentro del circuito, zonas no pisoteadas. Fue toda una odisea.
En una de estas zonas de barrizal pisoteado tuvo un traspiés una corredora de los Trotallunatics y cayó al suelo con tan mala suerte que se hizo daño y tuvo que ser asistida por una ambulancia en el siguiente avituallamiento.
Todo y eso acabaron la carrera 109 personas, campeones y campeonas a los que les va a costar tiempo olvidar las múltiples sensaciones que sintieron en el transcurso de aquellos kilómetros “Extrems”, y a mi juicio, “Extremisimos” 22 km.
Continúa la carrera y el tiempo empeora, tal como decían las previsiones meteorológicas, pero hemos venido a correr y es lo que intento hacer entre charcos y trialeras que ya empiezan a tener agua que se desliza montaña abajo.
Cansada y con 3 kilos de barro en cada zapatilla prosigo hasta que diviso en castillo de Montsonís.
Una vez dentro del castillo recuerdo que no he hecho fotos de la carrera y me paro para hacer un par.
Y prosigo hasta llegar al pueblo donde me espera una sorpresa.
Resulta que hay que subir por el montículo donde está la roca foradada que da el nombre al pueblo.
Me lo miro y veo que está muy empinado, con una capa de barro resbaladizo de un palmo donde no ha zapatillas que se agarren, ni árboles para ayudarse, ni hierbas no pisoteadas, ni piedras ni nada que me pueda ayudar a salvar el último escollo.
Me lo pienso dos veces y encaro el obstáculo pensando que si me hubiera ido a hacer la Templar Race de Monzón con la familia Segurador-Horta, no lo hubiera pasado tan mal.
Pero bueno, llego a la meta. Ya está, prueba superada y a otra cosa.
Después de tanta penuria me reencuentro con mi amiga Marta que me comenta que ha tardado tres horas y media en acabar la caminata y que un hombre de 80 años se ha caído y se ha dado un mal golpe en la cadera. Pero que se ha levantado y ha proseguido. Que incluso ha acabado antes que ella.
Estos yayos son de hierro y almuerzan no sé qué… que hace que no se les acaben las pilas en todo el día –le digo haciéndole un guiño.
Ni que decir tiene que la organización fue perfecta. Hubo 4 avituallamientos durante la carrera con abundante fruta, agua y bebida isotónica, y un generoso avituallamiento final con todo lo anterior, y además, bocadillos, ensalada de pasta, cerveza,... Un lujazo.
El caso es que mientras me estaba comiendo una ensalada de pasta buenísima y después de beberme ni cervecita helada, que para eso soy “Chispi”, mi compañero de más de una batalla, Josep, me dice que la próxima es una trail nocturna.
Durante unas milésimas de segundo de da una descarga eléctrica en el cerebro y recuerdo que el año pasado me quede con las ganas de hacer la Trail nocturna del Clos Pons. Le sonrió y me sonríe.
¡Hay que ver María de los Ángeles, no aprendes! Jajaja.
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